¿La nueva ley ambiental en China incrementa el riesgo de una nueva pandemia?

La crisis de la biodiversidad y la acelerada y creciente desintegración de los sistemas vivos de los que depende la humanidad, se ha visto interrumpida de mil formas este 2020. En teoría este año parecía ser un gran año para la biodiversidad, en un marco de grandes grandes compromisos. La mayoría de estos se vieron opacados por la pandemia producida por el coronavirus. El Covid-19 es una realidad que ha afectado a más de 54 millones de habitantes en el mundo, originado en un mercado en Wuhan, China, donde se comercializaban animales salvajes.
La destrucción de hábitats naturales, el cambio climático, la ganadería industrial y la explotación de la vida silvestre son factores claves tanto de la crisis de la biodiversidad como del aumento del riesgo de nuevas pandemias y todo parece indicar que en China no están tomando las medidas necesarias para prevenirlas en el futuro. Si bien no sabemos exactamente el origen exacto Covid-19, hay distintas teorías que sugieren que este posiblemente se originó de la comercialización de vida silvestres como los murciélagos.
El gobierno chino anunció que se revisaría la Ley de Protección de la Vida Silvestre del país. La legislación ha sido controvertida durante mucho tiempo; a pesar de su intención declarada de proteger a los animales salvajes, sin embargo, contempla a menudo el comercio de vida silvestre, incluso de especies en peligro de extinción, motivo que preocupa a la comunidad internacional por la posibilidad de que se genere un nuevo virus originado por la descontrolada venta de animales salvajes.
En ese sentido, luego de casi un año de pandemia, con mucha atención política aparentemente avanzando, se ha publicado un nuevo borrador de la ley de vida silvestre de China, pero el resultado es un documento desconcertante y frustrante.
Por un lado, la ley consolida lo que sigue siendo uno de los cambios de política más ambiciosos adoptados por cualquier gobierno en respuesta a las preocupaciones desencadenadas por el Covid-19 sobre el comercio de vida silvestre: una prohibición casi completa de criar, vender y consumir animales salvajes terrestres como alimento.
Si la ley se implementa de manera efectiva y bajo estándares éticos, incluida la compensación adecuada para los agricultores, esto podría ser una buena noticia para muchas especies. Sin embargo, hay excepciones que permiten el uso comercial de animales salvajes con fines no alimentarios, como la “exhibición” o la medicina tradicional. Además, las especies que todavía se pueden comprar y vender incluyen algunos de los animales salvajes más amenazados del mundo, que están al borde de la extinción por la demanda de partes de su cuerpo.
Un ejemplo claro, son las escamas de alrededor de 745.000 pangolines que se comercializan ilegalmente en China en la última década, donde tienen una demanda para su uso en la medicina tradicional.
A pesar de la prohibición del 2016 respecto al comercio internacional, las autoridades chinas mantienen un mercado interno de escamas de pangolín a través de mecanismos administrados de manera dudosa que están repletos de oportunidades para blanquear las existencias de contrabando.
Los leopardos, el gran felino más traficado de Asia, enfrentan un problema bastante similar. El comercio internacional ha sido prohibido desde 1975 y solo unos pocos cientos permanecen en estado salvaje en China, sin embargo, las autoridades continúan permitiendo la producción y venta de vinos tónicos y píldoras que afirman contener hueso de leopardo.
Otros productos elaborados con animales en peligro de extinción que todavía pueden comercializarse legalmente en China incluyen el cuerno de antílope, la bilis de osos de granja y las pieles de tigres criados en cautiverio. Incluso cuando los productos en el comercio legal se derivan de poblaciones cautivas, existe una gran preocupación de que esto sirva para estimular la demanda del producto de origen silvestre, sin mencionar las horribles implicaciones para el bienestar animal.
El nuevo proyecto de ley no solo presenta riesgos para la biodiversidad al legitimar el consumo de especies amenazadas en algunos casos, como la medicina tradicional, sino que su enfoque inconsistente del riesgo de enfermedades también podría socavar la capacidad de la ley para prevenir nuevos brotes de enfermedades y pandemias como el coronavirus.